miércoles, 20 de febrero de 2008

El contrabajo

La historia de los instrumentos de arco hipotéticamente comienza en la Edad Media. Algunos teóricos sostienen que es una invención de los hindúes y otros que de los árabes. No faltan tampoco los que aseguran que fue en occidente donde apareció esta familia de cordófonos. Sin embargo, estas divergencias se unen en un punto.
Es reconocido por casi todos los estudiosos que el acontecimiento más importante en el desarrollo de la familia de los violines se produjo en Cremona, Italia, alrededor de los años 1480 y 1530. Fue en esa época que los instrumentos de arco adquirieron su actual fisonomía a través del trabajo perfeccionista de los Amatis, Guarnerius y Stradivarius; familias de constructores que llegaron a producir instrumentos que aun hoy son inigualables.

El contrabajo, que tiene una historia quizás tanto o más misteriosa, no procede, según algunos estudiosos, de la familia de los violines, incluso cuando la apariencia de ese grave instrumento es idéntica a la de un violín actual. El contrabajo, es un descendiente de las antiguas violas que aparecieron en Europa en el siglo XV, durante el renacimiento, y que fueron muy usadas hasta el XVIII. La viola discanto, la viola alto y la viola de tenor poseen un diapasón con trastes y son tocadas en posición vertical sin importar su tamaño, tal como se toca el contrabajo.

En el siglo XVI apareció un nuevo miembro de la familia y se le llamó la gran viola, bajo de viola o violón y su función fue siempre establecer las bases armónicas en la música que se interpretaba en los conciertos de cámara. Con el tiempo se comenzó a hablar de la viola de contrabajo y podemos ubicar su origen a mediados del siglo XVI. En la ópera Orfeo, de Monteverdi, que data de 1608, aparece integrando la orquesta y es el musicólogo y compositor Michael Praetorius quien primero nos aporta una descripción de ese instrumento. Según el investigador, que vivió entre 1571 y 1621, las violas de contrabajo cumplían el papel de doblar el bajo una octava más grave, usaban la clave de fa y las notas se escribían una octava más aguda con relación al sonido real, cualidades que iba a mantener el contrabajo incluso en nuestros días. Pero la viola de contrabajo era demasiado grande y no sólo eso; además, las cuerdas eran de tripa y muy extensas con lo que el sistema de clavijas se hacía inadecuado para obtener una afinación apropiada. Esas desventajas de la viola contrabajo hacían que el instrumento se empleara en contadas oportunidades.

Poco a poco el contrabajo de viola fue desplazando a las violas graves y alcanzó un verdadero impulso cuando se inventaron el clavijero y las cuerdas de metal, accesorios que le proporcionaron al violín gigante una mayor precisión. El contrabajo, tal como lo conocemos hoy, apareció en la mitad del siglo XVII y fue incluido dentro de la familia de los violines por la similitud con estos. De esta mezcla entre familias tenemos hoy una prueba irrefutable en el arco del contrabajo. Dos escuelas perfectamente válidas cada una de ellas. Por un lado el empleo del arco llamado francés, que se toca a la manera de los violines, sosteniendo el arco con la palma de la mano hacia abajo, y el llamado arco alemán que se emplea con la palma de la mano hacia arriba.
El contrabajo llegó a nuestros días con su peculiar apariencia para entrar en todas las agrupaciones musicales y participar en todos los géneros. Su esencia contradictoria es a veces proverbial. Puede parecer un mueble, pero no sirve como mesa o silla o guardarropa. Incluso dentro de la orquesta ese gigante es todo un acontecimiento. Por un lado, la gran mayoría de los directores de orquestas sinfónicas, ni siquiera los miran en el transcurso de los ensayos y conciertos, pero cuidado con dejar de sonar. Es ahí cuando se sabe de un grupo de contrabajos, cuando dejan de sonar. Imagínese el desconcierto de todos cuando esa voz que nadie atiende por estar tan en el fondo de los acordes y escrita casi fuera de las partituras deja sin base toda la estructura armónica. Son grandes y no se ven, tocan todo el tiempo y nadie los escucha, pero cuando no están todos se dan cuenta. Incluso, algunos compositores y arreglistas que tratan de sustituir al contrabajo por la guitarra bajo, sobre todo en esas grandes orquestas que se dedican a acompañar espectáculos de lentejuelas y humaredas, no caen en la cuenta de que la cuerda siempre les suena hueca, sin fondo, sin base. Eso no es más que a falta de la voz que una octava baja debe duplicar a los violonchelos. El contrabajo es el acorde fundamental de los violines, junto con el chelo y las violas, y el bajo eléctrico es el fondo de la base rítmica.

1 comentario: